Descripción
Por culpa de las azarosas andanzas que ensombrecían las vidas de algunos músicos de jazz —demonizados, incomprendidos y, a menudo, asediados por el impío azote de las «buenas costumbres» burguesitas— y de otros adláteres de la farándula, abunda la tendencia, entre quienes nos legan sus memorias, a no bajar la guardia frente a la sociedad iempensante lacra esta que, en no pocos casos, hace que las autobiografías tiendan a ser poco sinceras cuando no pasto de la más atroz censura (como sucediera con las de Billie Holiday). El legendario pianista canadiense evita, con ejemplar solvencia, este efecto edulcorado en su introspectiva y, a menudo reveladora, prepóstuma auditoría interna. Jugando a su antojo con